martes, 5 de mayo de 2009

Miedo

¿Miedo? Yo no sentí miedo cuando Néstor Kirchner dijo que volvíamos al 2001 si perdíamos el 28 de junio. Todavía no se muy bien que sería perder, si perder bancas, si perder legisladores que de todos modos nunca acompañaron, si sacar menos del 50% en Buenos Aires, o en el país, o en Capital Federal. No sé. Pero no sentí miedo.

Eso no quiere decir que no tenga miedos, claro que no.

A veces siento miedo -también siento otras cosas junto con el miedo: bronca, ira, dolor, humillación, frustración...-. Siento miedo cuándo las palabras no me alcanzan y los esfuerzos que hago son vanos para hacer entender a mis pares que les están mintiendo. Siento miedo porque siento que están haciendo bien el trabajo quienes se proponen engañarlos y porque sé que si en éste momento me estuviesen leyendo, dirían socarronamente “a vos te engañan los KK, no a nosotros”. Alguno tirará, quizá, que “a Clarín podés comprarlo o no” o que cada uno elige si mirar TN o Canal 7.

Siento miedo cuándo De Narváez dice que no viene a la política a ser un político, porque la política para nuestros oídos es un sinónimo, ya, de democracia y porque si De Narváez no viene a ser un político no quiere venir a la democracia. En el sistema político ya está y hace rato, en el poder ya está, y hace rato. Pero también siento miedo -y mas, quizá- cuándo Artemio López dice que De Narváez tiene un 30% de votos. Siento miedo cuándo el mismo De Narváez larga una propaganda para asustarnos, en la que se tiran frases como: “llena de vivos que nos llenan de muertos”. No, no siento miedo por los vivos que nos llenan de muertos, siento miedo porque sé positivamente que nos está intentando engañar y que nada vamos a poder hacer, aunque despleguemos estadísticas y argumentos, nada se podrá hacer contra la próxima embestida de los vecinos enardecidos por una nueva muerte en el conurbano, muerte que otrora era motivo suficiente para catalogar a Crónica TV de amarillista y sensacionalista, muerte que hoy es noticia una y otra vez en los medios de comunicación.

Me da miedo Nora Guinzburg, que dice que los homosexuales son enfermos y que los niños de 12 años tienen capacidad de presionar un gatillo, que un grupo de chicos de 8 o 9 años mató a una nena. Me da miedo que nadie tenga miedo de eso. Me da miedo que Nora Guinzburg no sepa que en Brasil como en Venezuela, dos de los países con tasas de delitos y homicidios mas grandes de América Latina la edad de imputabilidad es de 12 años, que la militarización no ayudó a Colombia a ser el lider en América Latina en cuanto a muertos por homicidio, y que los 38/50 estados de EEUU con pena de muerte no han logrado bajar los 56 muertos anuales por millon de habitantes que tiene el país del norte, contra los 53 que tenemos nosotros. Me da miedo que los pibes de 14 a 16 años solo cometan el 1% de los homicidios y que muchos crean que criminalizándolos vamos a vivir en un país mas seguro.

Me da miedo que Susana Gimenez y Tinelli sean los voceros de “la gente”. Me da miedo que exista “la gente” y no cada uno de nosotros, como individuo con razonamiento propio, con derecho a pensar distinto a los demás. Me da miedo que me clasifiquen, eso me asusta porque sé que pretenden al clasificarme: pretenden borrarme, ponerme en un nivel determinado y de ahí en mas darle menos valor y credibilidad a mis palabras. Afortunadamente no hay tortura, gracias a la democracia que asusta a De Narváez. Pero aún pretenden borrarnos del mapa a los que no pensamos como “la gente”. Pretenden que me sume a la masificación de la “opinión pública” o que me muera, así de simple y práctico. Que me muera como sujeto, como individuo, ideológicamente, quizá. Claro que no hablo de la muerte física. Soy clase media, docente universitario, vivo en una casa construída de ladrillos y cemento y no salgo a robar para comer o comprar “paco”: la pena de muerte no es para mí. Creo.
Sin embargo me da miedo que pidan la pena de muerte, o que si al “pibe chorro” que mató a Capristo le abrian la cabeza de un balazo, pocos se hubiesen conmovido y nadie hablaría de reformar las leyes, ni marcharía ni le pegaría a un fiscal. Ningún diario hubiese cubierto esa muerte mas allá de un pequeño recuadro en la sección de Policiales. Porque las vidas no son iguales. Y eso me da miedo.

Me da miedo que se pierda todo lo que se ganó, que Aerolineas vuelva a ser de Marsans, o de otro grupo económico nuevo, ésta vez serio y responsable. Me da miedo que Macri llegue al gobierno y recorte los salarios, que despida empleados públicos, que eche a la gente del Conurbano de los hospitales como alguna vez soñó, que levante un muro sobre la General Paz, que tape los agujeros del “colador”, que según el es nuestro país para no dejar pasar mas a la “gente de Bolivia, del Paraguay y del Perú” que viene a nuestro país a poblar las “villas en el Conurbano”, según sus propias palabras. Me asusta que nadie se asuste, que los periodistas no le digan que se fué de mambo, que nadie pida al INADI que haga algo. Me da miedo que Michetti renuncie a su cargo pero que su acento y su modo de expresarse le otorguen privilegios, que su mensaje y su proximidad a la Iglesia la inhiban de sufrir el bombardeo mediático. Me asusta que Mirtha Legrand la invite.

Me dan miedo los medios, porque lo tienen todo y porque representan a los que lo tienen todo. Me da miedo Mariano Grondona mostrandose inimputable ante la sociedad junto al presidente de la Sociedad Rural, llamando al golpe de Estado, burlándose del voto popular una vez mas, ambos, como si no hubiese pasado el tiempo y detrás de sus cuerpos, ahora envejecidos por el paso de los años, aquella juventud pujante y reaccionaria que los llevó a apoyar golpes militares estuviese en pleno vigor, estática y rebosante de energía y furia.
Me da miedo que para Grondona y Biolcatti no exista “edad de imputabilidad”. Me asusta y da mucho miedo que Grondona sea tan distante, que esté tan lejos, ahí, en la pantalla. Me da miedo no poder decirle lo que pienso, no poder darle su merecido. Y me da miedo que si le diera su merecido sería condenado para siempre por la sociedad como le pasó a Luis D'Elía.
Pero no tengo miedo de que el 29 de junio sea como el 2001, ni que la presidenta decida irse. No. No tengo miedo porque sé que no se va a ir. Porque aún, si Cristina Fernandez de Kirchner sufre un traspié, un lapsus, un momento de duda y se le ocurre levantarse del lugar que le dió el pueblo argentino, saldremos nosotros, el mismísimo pueblo y la sentaríamos de una patada en el culo -perdone señora presidenta por el exabrupto- en dónde tiene que estar, que es defendiendo a cada argentino -especialmente a los que mas dificultades tienen día a día para poder sobrevivir-. Pero sé positivamente que eso no pasará, ganemos o perdamos la elección, si es que hay alguna forma de ganar o perder -todavía, a esta altura sigo sin saber cómo se gana o se pierde-.

Y si no tuviera algunos miedos, a Mariano Grondona -con o sin cacerola en mano- lo cagaría a trompadas.


1 comentario:

Reinaldo Larroudé dijo...

Comparto totalmente.
Si vuelven a ganar los liberales, quedará en claro que no se aprendió nada.

¡El último que apague la luz!