miércoles, 9 de marzo de 2011

Cosas que pasan

José Larralde


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Nadie salió a despedirme
cuando me fui de la estancia,
solamente el ovejero,
un perro, cosas que pasan...

El asunto, una zoncera,
un simple cambio 'e palabras,
y el olvido de un mocoso,
del que puedo ser su tata.

Y yo que no aguanto pulgas,
a pesar de mi inorancia,
ya no más pedí las cuentas,
sin importarme de nada.

No hubiera pasado ésto,
si el padre no se marchara,
pero los patrones mueren,
y después los hijos mandan.

Y hasta parece mentira,
pero es cosa señalada,
que de una sangre pareja,
salga la cría cambiada.

Los treinta años al servicio,
pal mozo... no fueron nada,
se olvidó mil cosas buenas,
por una que salió mala.

Yo me había aquerencia'o,
nunca conocí otra casa,
que apegao a las costumbres,
me hallaba en aquella estancia.

Si hasta parece mentira,
mocoso sin sombra e barba,
que de guricito andaba,
prendido de mis bombachas.

Por él le quité a unos teros,
dos pichoncitos. ¡Malaya!,
y otra vez, nunca había bajao un nido,
y por él gatié las ramas.

Cuando ya se hizo muchacho,
yo le amansé el Malacara,
y se lo entregué de riendas,
pa que él sólo lo enfrenara.

Tenía un lazo trenza'o,
que gané en una domada,
pal santo se lo osequié,
ya que siempre lo admiraba.

Y la única vez que el patrón
me pegó una levantada,
fue por cargarme las culpas,
que a él le hubieran sido caras.

Zonceras, cosas del campo,
la tranquera mal cerrada,
y el terneraje 'e plantel,
que se sale de las casas,
y eso, pal finao patrón,
era cosa delicada.

Y bueno, pa que acordarse
de una época pasada,
me dije pa' mis adentros,
todo eso no vale nada.

Sin mirarnos, arreglamos,
metí en el cinto la plata,
le estiré pa despedirme
mi mano, pa que apretara,
y me la dejó tendida,
cosa que yo no esperaba.

Porque ese mozo no sabe,
si un día he de hacerle falta...
Tranqueando me fui hasta el catre,
alcé un atao que dejara,
y rumbié para el palenque,
echándome atrás el ala,
ensillé, gané el camino,
pegué la última mirada
al monte, al galpón, los bretes,
el molino, las aguadas.

De arriba abrí la tranquera,
eché el pañuelo a la espalda,
por costumbre, prendí un negro,
talonié mi moro Pampa,
y ya me largué al galope,
chiflando como si nada.

Naide salió a despedirme
cuando me fui de la estancia,
solamente el ovejero,
un perro, cosas que pasan...

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